LA SERRANÍA DE HUELVA


La sierra de Aracena es de sobra conocida, no sólo por sus atractivos patrimoniales, tanto históricos como naturales, sino también por el más rotundo de los elementos que componen su oferta gastronómica: el jamón. Allí, donde el interior de la sierra se muestra tan bello como el paisaje, las posibilidades son múltiples, tanto para un joven senderista que pernocta en un área de acampada, como para el más sibarita de los viajeros, alojado en cualquiera de las exclusivas fincas que abundan en la zona.

La variedad de la sierra se manifiesta en la capacidad de su cocina para ofrecer todo un abanico de posibilidades gastronómicas. Más de un centenar de platos de siempre están ya en las cartas de los restaurantes.

Pero sin desmerecer al reconocido cerdo ibérico, como protagonista de la fama de la Sierra, ahora mismo, cualquier restaurante de la Sierra de Aracena y los Picos de Aroche ofrece una variada oferta de comida tradicional, gracias a la recuperación de sus guisos. Por ello, se pueden probar tanas y gurumelos, dos exponentes de la riqueza micológica de la zona; comer de los guisos de las casas, como la carrillera de Cortegana, o los que antiguamente se hacían en determinadas labores de la agricultura y la ganadería de la Sierra, como la sopa de peso, que se preparaba cuando los ganaderos marchaban al campo a pesar los cochinos; deleitarse con postres como el flan de frutas, los huevos nevados o el muy apropiado potaje dulce que se hace con las castañas que tanto abundan en el paisaje.

Esta cocina onubense y serrana también propone el arroz con bacalao, delicioso en Linares de la Sierra, o el sencillo y gustoso hecho con culantro en Aracena; los bollos de papas de Galaroza, el gazpacho de invierno de Almonaster, el potaje de vigilia de Higuera de la Sierra o el de faisanes con culantro o cilantro, de Cortelazor, o la sopa de setas de Almonaster. Y si se quiere, para finalizar no hay nada como la fantástica crema dulce de calabaza, los peros a lo pobre o las poleás.